Representado la teologia
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R e p r e s e n t a n d o l a t e o l o g í a
¡Levántese Dios! (continuación)
En las áreas urbanas de las Américas
La idea de ¡Levántese Dios! comenzó con una profunda convicción que las áreas urbanas de Estados Unidos no pueden ser ganadas sin la directa intervención y provisión del Señor. Lo difícil de este campo lo aclara bien la verdad del argumento del salmista en el Salmo 127.1: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia”. Este movimiento cree que todo esfuerzo por alcanzar a los millones de habitantes de las zonas urbanas de este país, serán inútiles a menos que Dios visite la ciudad. Y sostenemos que esta visitación solamente se llevará a cabo si mujeres y hombres piadosos se agarran de Dios en intercesión a favor de la ciudad. Solamente una irrupción del poder de Dios transformará nuestras ciudades. Si bien es cierto que la ciudad es considerada la más grande creación de la humanidad en la civilización, de por sí misma no tiene nada de qué gloriarse. Las megápolis modernas representan el bastión de injusticia, impiedad e inmoralidad. No es posible pensar en los Estados Unidos sin pensar en sus grandes e influyentes ciudades: Nueva York, Washington D.C., Los Ángeles, Filadelfia, Chicago, Houston, Miami, San Francisco, Boston, Portland, Atlanta, Denver, San Luis, Dallas, Seattle, San Antonio. Y en Latinoamérica: México, Caracas, Sao Paulo, Buenos Aires, Santiago y muchas otras. Estos grandes centros representan la más elevada cultura, educación, arte, medicina, ley, jurisprudencia, gobierno, política, negocio, comercio, industria, entretenimiento y poder. Sin embargo, ellas también representan algunos de los más desesperados lugares de la tierra; nuestras ciudades están abultadas con millones y millones de personas cuyas vidas están llenas de placeres vacíos, grandes injusticias y experiencias horribles. Sin duda, el nivel de tenebrosidad, pobreza y desaliento que hay en las zonas urbanas de las Américas está en su punto más alto. Es triste que muchas congregaciones evangélicas y denominaciones cristianas han abandonado la ciudad y han buscado “vientos más apacibles” en los suburbios, llevándose consigo sus colegios bíblicos, seminarios, casas editoriales y organizaciones para-eclesiasticas. Los creyentes se van de la ciudad en cantidades récord, dejando a quienes no conocen a Cristo ante sus propios designios y opresión. Contentos con reducir el cristianismo a su propia clase de religión parroquial, muchos evangélicos han reducido el radio de nuestro Drama Cósmico; ellos han reducido el majestuoso llamado de la fe salvadora de Cristo a la ética de la familia nuclear, fuerte fervor patriótico y política conservadora. Sin sentido de conciencia manchada o perturbada, muchos cristianos le han dado la espalda al grito de los moribundos en la ciudad. Para una Iglesia llamada a ser como nuestro Señor, eso es totalmente inaceptable.
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